Después del 11 de septiembre encuentran alivio al ayudar a otros

Después del 11 de septiembre encuentran alivio al ayudar a otros

Diane Coxe no daba crédito a sus ojos.

Iba contra reloj para no llegar tarde a su trabajo en un despacho de abogados en el World Trade Center. Acababa de salir de la estación del tren cuando un avión se estrelló contra la torre norte. Ella dijo: “Por un instante, pensé que estaban filmando algo. No podía creer que fuera real”.

En la confusión que siguió, Diane apenas recuerda cómo regresó a casa. Sin embargo, aunque han pasado veinte años desde el 11 de septiembre, no ha olvidado aquella noche. “Me la pasé llorando y orando muchísimo”, dijo ella.

Coxe encontró alivio al ayudar a otros que, como ella, luchaban por asimilar lo ocurrido.

Consolar a la gente con la Biblia “era para mí como una medicina”, expresó esta madre de dos hijos, residente de Uniondale, Nueva York.

Tanto para ella como para otros testigos de Jehová, el ministerio que habían realizado durante años cobró un nuevo enfoque. “Lo que les decía a mis vecinos fortalecía mi propia esperanza y contribuía a calmar mis emociones”, dijo ella.

Desde hace mucho tiempo, las investigaciones en psicología demuestran que ayudar a los demás fomenta el bienestar emocional. El libro The Healing Power of Doing Good: The Health and Spiritual Benefits of Helping Others (El poder curativo de hacer el bien: Los beneficios físicos y espirituales de ayudar a otros) describe sus “poderosos” efectos, incluso en quienes han sufrido una experiencia traumática.

Así les ocurrió a muchos voluntarios en la zona cero. Entre ellos estuvo Roy Klingsporn, un residente de Brooklyn que durante dos meses trabajó en ese lugar casi a diario. Él recuerda una ocasión en que se acercó a un hombre que, abatido, estaba sentado en un carrito de golf utilizado en las tareas de la morgue improvisada del lugar.

Klingsporn, que ahora vive en Fort Lauderdale, Florida, comentó: “Cuando le pregunté cómo se sentía, se le saltaron las lágrimas. ‘Estoy harto de recoger restos humanos’, me dijo”.

Pocos días después de los ataques, los testigos de Jehová organizaron grupos en el bajo Manhattan. Durante horas cada día, Biblia en mano, consolaban a todos, desde los familiares de las víctimas hasta los socorristas de primera línea que luchaban contra el agotamiento físico y emocional. Esta iniciativa marcó un cambio en la reacción de la organización ante los desastres. Ahora, el ministerio organizado que ofrece consuelo forma parte integral de nuestra respuesta frente a las catástrofes naturales e incluso frente a la pandemia.

A Robert Hendriks, el recuerdo de aquellos días angustiosos en los que prestó sus servicios como voluntario junto a los humeantes restos de las Torres Gemelas todavía le despierta profundas emociones.

“Fue muy emotivo y extremadamente difícil, pero los rostros de quienes veía en la calle lo decían todo relató Robert, actual portavoz de los testigos de Jehová en Estados Unidos—. Necesitaban consuelo, y lo mejor que podía hacer era darles un abrazo y leerles un pasaje bíblico”.

A Brown “Butch” Payne, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 le abrieron heridas de antaño, trayendo a su memoria vivos recuerdos que este veterano de Vietnam había tratado de olvidar.

Payne recordó la avalancha de personas que veía desde su apartamento del East Village dirigirse desesperadamente hacia el norte huyendo del bajo Manhattan. “Aquel espectáculo me despertó muchas emociones —dijo él—; me sacudió profundamente”.

Payne encontró alivio al dar lo mejor que tenía a su alcance. “Llevar a otras personas el mensaje de esperanza de la Biblia suavizó el golpe para mí”, explicó.

A Klingsporn también lo consoló ofrecer un hombro sobre el que llorar. “Fue gratificante ser de ayuda a la comunidad”, dijo él.

Después de dos décadas, Coxe todavía halla consuelo en ayudar a otros. En la actualidad, dedica tiempo a hablar con sus vecinos afectados por el estrés pandémico mientras ella misma hace frente a la pérdida de su hermana en el mes de febrero.

“En todas mis angustias, el ministerio siempre me ha calmado el corazón”, dijo ella, aunque ahora lo lleva a cabo con cartas y llamadas telefónicas en vez de ir de puerta en puerta. Debido a la pandemia, desde marzo de 2020 los testigos de Jehová han pausado su predicación presencial.

Payne se siente igual. En el 2016, tras cincuenta años de matrimonio, perdió a su amada esposa por culpa del cáncer. En los días en que el dolor lo abruma, escribe sentidas cartas que reconfortan a sus vecinos… y a sí mismo. Comparte textos bíblicos y otros recursos que lo han ayudado a él, como artículos sobre cómo afrontar la angustia y la pérdida en jw.org, el sitio oficial de los testigos de Jehová.

“Animar a otros a mirar adelante me motiva a hacer lo mismo”, comentó él.

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